Este castillo estuvimos a visitarlo pero se encontraba cerrado y no pudimos verlo por dentro. Aunque en la puerta había un cartel con un número de teléfono para poder llamar y verlo por dentro, no conseguimos que nos atendieran. Justo al lado hay un pequeño parque infantil y una pequeña iglesia del siglo XVI. El monumento ha sido rehabilitado y le han hecho un gran trabajo, aunque lo que es la torre del homenaje no ha sido objeto de la misma suerte, habiéndose reconstruido o consolidado con hormigón, dejándolo como si fuera un parche, sacado de otro lugar y puesto ahí, en medio. Las obras de restauración acabaron en 2006.
La fortaleza es original del siglo XII, en tiempos de Alfonso I de Aragón y Pamplona. Estaba en una zona estratégica entre los reinos de Castilla y Aragón y pertenecía al Señorío de Molina. En 1331, el Señorío de Molina pasa a depender de la corona de Alfonso XI de Castilla que le concede el Señorío de Embid a Diego Ordoñez de Villaquirán, facultándolo para repoblar y construir el castillo. Tras una serie de vicisitudes, el castillo pasó a manos del conde de Medinaceli que se lo dona a Juan Ruiz de los Quemadales, conocido como el Caballero Viejo, quien reconstruye la fortaleza en el siglo XV, dotándolo de su aspecto actual.
Posteriormente, la historia se vuelva esquiva con lo acontecido en este monumento, pero si se conoce que Carlos II convirtió el Señorío en una Marquesado. Durante la Guerra de Sucesión, en 1710, el castillo fue incendiado por las tropas austríacas durante su retirada tras participar en la batalla de Brihuega y Villaviciosa. Tras el incendio, el castillo es abandonado entrando en un gran período de deterioro hasta que en 2005 se acomete la restauración. Si consigues contactar, personal voluntario y gratuitamente te brindará una visita guiada de unos 45 minutos. Gran iniciativa.
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