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13 febrero, 2025

Castillo de Moya (Cuenca) ⭐⭐⭐⭐☆

     Fuimos al ver este castillo por la tarde, bastante tarde. Paramos justo al lado de una iglesia que hay junto a las murallas del castillo o, mejor dicho de la villa, la Iglesia de San Bartolomé. Estando allí, salió desde las murallas una chica, que resultó que era la guía del castillo, pero que ya acababa su jornada y se marchaba. No obstante, nos enseñó el interior de la antigua iglesia y nos explicó su historia y la historia del castillo. No pudo subir de nuevo a abrirnos lo que es el castillo, porque se tenía que marchar. Eso si, nos indicó que podíamos subir con el coche hasta dentro dela villa medieval, donde hay un hotel.





    Eso hicimos, subimos y seguimos andando por las calles de la antigua medina donde había muchas casas, pero todo en ruinas excepto el castillo, que está rehabilitado y muy bonito. Está separado de la antigua población por un foso y una pasarela. Está todo el recinto rodeado de murallas que están también bien rehabilitados. El conjunto tiene unos 140.000 m² y son el testigo directo de lo que fue el Marquesado de Moya que abarcaba más de 30 municipios de la provincia.   




   

    Desde la Edad del Bronce y del Hierro estas tierras, en una altiplanicie fueron habitados y, más tarde se estableció aquí un castro celtíbero aunque no hay constancia de la presencia de árabes de ninguna época en esta ubicación. Este territorio, fue conquistado por Jaime II de Aragón, en el siglo XIII, en 1212. Pero fue el Rey Alfonso VIII de Castilla quien repobló Moya y le confirió fuero antes de fallecer en 1214. Enrique I de Castilla le entregó la zona a la Orden de Santiago, dando así comienzo el señorío. Fue Fernando III, el que consolidó el asentamiento y otorgó nuevos privilegios asegurando una zona en la frontera con las vecinas Aragón y Valencia. 





    A mediados del siglo XIV, Moya es Puerto Seco, donde todas las mercancías provenientes de Aragón  y Valencia, pecharán, es decir pagarán una mordida, explicando el importancia de la villa en la Baja Edad Media confirmándose el privilegio de Realengo en 1390. Así llegamos al mediados del siglo XV y el rey castellano Juan II, concede Moya a Juan Pacheco, Marqués de Villena, muy en contra del gusto de los moyanos. Una década después, Enrique IV, se lo entrega a Andrés Cabrera, buen vasallo, y posteriormente los Reyes Católicos, confirman la donación, tras el apoyo recibido de Cabrera en el conflicto con La Beltraneja, transformando el señorío en marquesado. 





    Recordemos que Andrés Cabrera fue tesorero del rey Enrique IV y pieza muy importante en la Corte de los Católicos, entre otras cosas por su boda con Beatriz de Bobadilla, amiga desde la niñez de la Reina Isabel. Andrés fue nombrado mayordomo de la Casa Real y Beatriz, camarera de la reina. Durante la Guerra de las Comunidades, contra Carlos I, Moya permaneció del lado del rey. El esplendor de la población conquense siguió durante todo el siglo XVII, cayendo en decadencia en el siglo siguiente. Durante la Guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX, Moya se opuso a las tropas napoleónicas, lo que acarreó saqueos y destrucción.





    Durante las Guerras Carlistas su posición fue la estar junto a la Reina Castiza, Isabel II, y sufrió los ataques del general Cabrera y su destrucción en 1835. Tras la desamortización eclesiástica, el marquesado empezó a disgregarse y sus moradores se dispersaron, por lo que la población empezó a arruinarse. A mediados del siglo XX, la población fue definitivamente abandonada, favoreciéndose así el expolio de los edificios, públicos, privados, eclesiásticos y civiles, incluido el castillo, perdiéndose gran parte del patrimonio cultural de Moya. 


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