Castillo muy bonito y bien conservado, el problema es que es particular y que no tiene visitas, ni libres ni guiadas. El castillo de los Duques de Alba, como también se le conoce, sólo se puede ver por fuera. El pueblo también tiene mucho que ofrecer, es una visita que seguro que no te dejará indiferente ya que tenemos trozos de murallas romana, puertas de entrada, otros edificios medievales, etc. El castillo propiamente dicho es una construcción tardomedieval en sillería del siglo XV, sobre una fortaleza anterior templaria del siglo XII, que a su vez estaba construida sobre una fortaleza musulmana, que estaba sobre un castro romano.
El marqués de Coria, García Álvarez de Toledo la mandó construir entre los años 1473 y 1478. Es obra del arquitecto Juan Carrera. Se eliminó parte de una muralla de origen romano para reutilizar los perfectos materiales para la nueva construcción, que se amplió absorbiendo una torre albarrana de sillares que ya existía desde el siglo XII o XIV. La torre del homenaje es pentagonal, o sea, cuadrangular a la que en uno de sus lados se le añadió un triángulo. Detrás tenemos el Castillejo, que encuadra la puerta de entrada en recodo y que está formada por dos torres, una cuadrada y otra circular, defendida a su vez en origen por un puente levadizo y un foso.
La gran torre tiene unos garitones voladizos y la entrada es desde el adarve. En las dependencias principales tenemos bóvedas de cañón y de crucería. A pesar de sus características militares, el castillo tenía una función de fortaleza señorial. La original población fue fundada por los vetones aproximadamente sobre los siglos VIII-VI a. C, su nombre era Cauria. Los romanos, ocuparon la península y sobre el siglo I a. C, conquistaron Cauria, a la que los romanos rebautizaron latininizando el nombre a Caurium. En el siglo I, se le concedió la ciudadanía romana y lógicamente, pudo constituir un municipium.
Caído el imperio romano alrededor del siglo V, los bárbaros los sustituyeron, resurgiendo como núcleo importante el reino Visigodo de Toledo. En ésta época se creó la diócesis de Coria, que salvo el período musulmán, se mantuvo hasta el siglo XX. El período musulmán se extendió desde el 711, con la rápida conquista islámica de casi toda la península, y la población pasó a llamarse madina Quriya. En el año 740, Quriya, junto a otras poblaciones extremeñas, gallegas y toledanas de población bereber mayoritariamente, se revela contra los árabes asesinándolos. Éstos sucesos obligaron a los árabes a abandonar los territorios del extremo norte de la Península y refugiarse en el centro, excepto Zaragoza.
Fue conquistada por Alfonso VI de León en 1079, conquista previa a la de la propia Toledo. Fue mantenida precariamente hasta 1110, que la recuperaron los almorávides para los musulmanes. En 1138, los cristianos asedian la villa con Alfonso VII de León al frente, sin conseguir su objetivo. El mismo rey, intenta un segundo asedio de 1142, tras el cual la ciudad capitula. En 1191 los almohades conquistan de nuevo Coria que sería conquistada definitivamente por Alfonso IX de León en 1200. Los portugueses con Juan I, a la cabeza, intentaron conquistarla en 1386, durante la guerra contra el pretendiente al trono de Portugal, Juan I de Castilla.
Durante el conflicto por la sucesión de Enrique IV de Castilla, Álvaro de Zúñiga y Guzmán, recibió de Alfonso, medio hermano del rey y aspirante al trono, el Castillo de Montánchez y la promesa del dominio de Coria como señorío. Tras el nombramiento del nuevo rey en la Farsa de Ávila, Gómez de Solís fue nombrado capitán general de Extremadura y ocupó Coria cuya posesión se la entregó a su hermano Gutiérrez de Cáceres y Solís. El clavero de la Orden de Alcántara, afín al rey Enrique, Alonso de Monroy, toma Coria y se atrinchera en el castillo, lo que provoca un nuevo sitio de la población extremeña. Poco después, la ciudad capitula, lo que provoca superioridad de las tropas de Alfonso sobre las de Enrique en Extremadura.
A cambio de una confirmación de los Solís como señores de Coria y Mérida y de Gómez de Solís como maestre de la Orden de Alcántara, los Solís se someten al rey Enrique en 1469. Gutiérrez Cáceres de Solís le vendió el señorío de Coria a García Álvarez de Toledo en 1470, venta que después ratificaron los Reyes Católicos en 1472, elevando los títulos a Marqués de Coria y duque de Alba. Coria fue la primera ciudad extremeña en tener una imprenta en 1489. Desde finales del siglo XV, fue la Casa de Alba la que ejerció el gobierno civil en Coria. A principios del siglo XVI, el auge económico renacentista hizo que se ejecutaran grandes obras religiosas y civiles en la población y también fue proveedor de soldados en el proyecto conquistador y colonizador del Nuevo Mundo.
Durante el siguiente siglo, en el marco de la Guerra de Restauración portuguesa, Coria también sufrió ataques y sitios, aunque no fue conquistada. Ya en el siglo XVIII en 1755, la ciudad de Coria sufrió el terremoto de Lisboa en el que por ejemplo cayó la cúpula mayor de la catedral. Durante la Guerra de la Independencia, Coria también fue objetivo de unos y otros. En 1809, Wellington ocupa la ciudad al frente de un ejército de 30.000 hombres, ingleses y portugueses. Tras la derrota del ejército español en Talavera, Wellington abandona la ciudad que es saqueada y abandonada por el ejército napoleónico. En 1810, los franceses la vuelven a ocupar exigiendo dinero y suministros a la población con tropas angloportuguesas acampadas en las cercanías. Ya en el siglo XX, en 1957, la diócesis de Coria desdobla la capitalidad de la diócesis y nombra a la Iglesia de Santa María de Cáceres como concatedral, pasando a llamarse entonces como Diócesis de Coria-Cáceres.
El Ayuntamiento de Coria estuvo a punto de formalizar la compra del edificio en 2003, pero al final fue el consistorio el que echó marcha atrás y no formalizó la compra, estimada en algo mas de 550.000 €. En 2017 se puso en marcha la Asociación de Amigos del Castillo de Coria, cuyo primer objetivo es la restauración del castillo para visitas, cosa intentada más de una vez desde los años 60 del pasado siglo sin éxito. La asociación pretende crear un puente entre los actuales propietarios y las administraciones públicas para su posible compra-venta.
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