El torreón de los Guzmanes, se encuentra dentro del convento de Santo Domingo de la localidad de Caleruega, población de la provincia de Burgos. Ya, viendo el convento por fuera, se ve algo bonito aunque sea de mediados del siglo XX. Se cuidó que el nuevo convento no desentonara con la estructura y sencillez del Real Monasterio de Santo Domingo de Guzmán. Salvando las torres de las esquinas del convento, el edificio parece uno solo, aunque el Real Monasterio es al igual que el torreón, del siglo XII, de estilo románico aunque con añadidos posteriores góticos y barrocos.
Dentro, en el patio del convento, se sitúa el Torreón de Los Guzmanes, de cuatro plantas que ha sido acondicionado como sala de exposiciones. Mide 17m de altura, su estructura está dividida en dos cuerpos que decrecen en altura, se encuentra muy bien conservado y tiene una gran belleza gracias a sus dos blasones, de los Aza y de los Guzmán, la puerta con arco de medio punto, y lo que más belleza le da al monumento, su ventana con arco mozárabe en el primer piso. Ya en el siglo XX, se le hicieron las almenas a la terraza.
El torreón, junto a la muralla de Caleruega, ya desaparecida, formaba la defensa de la población y, formaba parte a su vez de un cinturón de construcciones a lo largo de la ribera del Duero. Ésta población, junto a Clunia, Gumiel de Izán, Valdeante y Tubilla, formaban esa línea de defensa durante el tiempo que la frontera con los árabes se situaba en esta zona, consolidada posteriormente por Fernán González como el Condado de Castilla. El torreón se construyó con mampostería, reforzada por sillares en las esquinas de forma rectangular.
Formó parte de la casa solariega de la noble familia de los Guzmán en la que nació Santo Domingo de Guzmán en 1170, patrón de la provincia de Burgos, cuya familia era muy creyente. Su padres, don Félix de Guzmán y Doña Ana de Aza, eran parientes de reyes castellanos. El museo instalado en el torreón, da fe de la importancia de esta familia en la villa burgalesa. En el convento se encuentra la bodega de la Beata Juana. Cuando su esposo, el venerable Félix se fue a la guerra, ella vació todas las cubas de vino para dárselo a los pobres. Al volver su marido, las cubas, milagrosamente, aparecieron llenas.
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